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Sequía y quemas
La sequía impacta sobre las actividades humanas, tal como sucede frente a la ciudad de Rosario, en la zona del Paraná Viejo, donde los isleños tienen problemas para llegar a sus propias casas por el bajo caudal de agua. "La zona actualmente está en 30 centímetros de agua y las lagunas están secas", dijo un vecino de Rosario e integrante de la Multisectorial Humedales.
"Hay mucha gente que tiene que dejar su embarcación lejos de sus casas y llevar todo a cuestas o en una carretilla", agregó. Estos cambios forzados junto con las pérdidas económicas son algunos ejemplos de cómo los fenómenos climáticos inducen al estrés, depresión y otros problemas de salud mental, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Frente a los múltiples impactos, especialistas coincidieron en la necesidad de adaptar los sistemas de servicios, abordar de raíz las causas del cambio climático, desarrollar políticas para prevenir los incendios intencionales y promover cambios en nuestra vida cotidiana. "Cualquier persona del oeste argentino que viene a la región de la llanura pampeana y ve cómo dilapidamos el agua se agarra la cabeza. Estamos ante una oportunidad histórica para que recapacitemos y adquiramos hábitos culturales distintos".
El hidrólogo subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA), Juan Borús; a cargo del seguimiento de la Cuenca del Plata explicó que la bajante extraordinaria del río Paraná, que se manifestó fuertemente a partir de marzo del 2020, se extenderá por el resto del verano.
"El tramo de Corrientes para abajo está en aguas bajas, aunque esté el caudal subiendo gradualmente porque ha mejorado la condición de la alta Cuenca del Paraná. Lo que mejoró ahora no alcanza para salir de aguas bajas y entrar en aguas medias. Para que eso ocurra vamos a tener que esperar probablemente a la segunda mitad del otoño", detalló el funcionario.
Respecto a qué condiciones se deben dar para revertir la bajante, indicó que se tiene que normalizar la frecuencia de eventos de lluvias en la región y aclaró que no basta con que se produzca una gran tormenta en una zona.
Según la previsión climática, la normalización de lluvias se daría en la segunda mitad del otoño para los caudales de aporte del río Paraguay, la alta Cuenca del Paraná y el río Iguazú, por lo que Borús estimó que, si eso ocurre, se iría trasladando a lo largo de un mes a todos los niveles en todas las partes de los ríos, incluyendo al delta del Paraná que también podría alcanzar una condición normal.
Para hacer frente a la bajante del Paraná más importante de los últimos 79 años, desde el Sistema Nacional de Gestión Integral del Riesgo (Sinagir) se dispuso armar una mesa dedicada a estudiar y relevar los efectos del déficit hídrico.
Esta instancia generó políticas tales como la creación en 2021 de un Fondo de Emergencia Hídrica de 1.000 millones de pesos para la asistencia de las provincias y localidades afectadas.
En este sentido, el Ministerio de Obras Públicas a través del Fondo destinó los recursos para trabajos en las tomas de agua sobre el río Paraná y arroyos interiores; la adquisición de bombas y dragados; la adecuación de canales, cañerías de conducción, aducción e impulso; y la instalación de puentes flotantes para tomas temporarias.
A su vez, Borús destacó el diálogo permanente que tuvo el Gobierno nacional con Brasil y Paraguay para administrar la escasez de agua e implementar medidas como las descargas especiales por el vertedero de la represa binacional Itaipú.