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Los Fabelman un estreno imperdible de Spielberg

 

Una película de tintes autobiográficas sobre la juventud de Steven Spielberg. Sammy Fabelman vive entregado al cine, un interés aplaudido y fomentado por su artística madre, Mitzi.

Su padre Burt, un prestigioso científico, apoya el trabajo de Sammy, pero lo considera una mera afición. A lo largo de los años, Sammy se convierte en un auténtico documentalista de las aventuras de su familia, así como en el director de unas producciones cinematográficas amateur cada vez más elaboradas, protagonizadas por sus hermanas y amigos.

Ya con 16 años, Sammy es el principal observador y archivista de la historia de su gente, pero cuando su familia se muda al oeste, descubre una descorazonadora verdad sobre su madre que redefinirá la relación entre ambos y cambiará tanto su futuro como el de todo su núcleo familiar.

Nadie conoce mejor que el Rey Midas lo que le gusta al gran público. Pero en los últimos años, con excepción de títulos como Ready Player One y Las aventuras de Tintín: el secreto del unicornio, Steven Spielberg parece más interesado en su faceta de director en títulos vocacionalmente minoritarios, pero que le llenan más –otra cosa es que siga produciendo filmes muy taquilleros–. En la línea de otros directores que tras la pandemia del coronavirus han rodado historias con muchos elementos autobiográficos, como Kenneth Branagh (Belfast), James Gray (Armageddon Time) y Paul Thomas Anderson (Licorice Pizza), Spielberg se inspira en sus propios recuerdos, y hasta vuelve a firmar un guión, lo que no hacía desde Inteligencia Artificial, de 2001. Lo ha escrito junto a Tony Kushner, con quien ya colaboró en Lincoln y West Side Story.

Todo indica que el rodaje ha supuesto para Steven Spielberg una catarsis para enfrentarse a sus demonios personales. Aborda la desestructuración familiar, tema que de una u otra manera ha estado presente en toda su filmografía. Al mismo tiempo, ha compuesto una canción de amor a sus progenitores, fallecidos poco antes de la elaboración del film, pues su madre, Leah, falleció en 2017 a los 91 años, y su padre, Arnold, en 2020 a los 103. Se habla también de discriminación y antisemitismo, de aprovechar el talento innato y mejorar día a día, del peligro de centrarse en el trabajo descuidando a los seres queridos, y de su primer amor con una joven cristiana un tanto ofuscada, aunque Spielberg se ha tomado el choque de religiones con humor. Y sobre todo está presente el nacimiento de su vocación cinematográfica, y se muestra la capacidad del cine para imprimir leyendas, a las que hacía referencia El hombre que mató a Liberty Valance, una de las películas que el personaje central acude a ver.

Sobrecoge la secuencia inicial, que muestra el impacto que puede tener en un niño de corta edad acudir a una gigantesca sala de las que ya no quedan, repleta de espectadores, a ver una película de las que ya no se hacen. Y resultan ingeniosos momentos como cuando el chaval rueda un western con amiguetes del vecindario; y al observar la forma en que el zapato de tacón alto de su madre perforó una partitura que cayó en la alfombra de la sala, se da cuenta de que puede perforar tiras de película para hacer creíbles los disparos.

Están al nivel esperado los colaboradores más habituales de Steven Spielberg, el director de fotografía Janusz Kaminski, y John Williams, que ha compuesto un excepcional tema central para piano. Brillan en la pantalla Paul Dano, al que hasta hace poco sólo le asignaban papeles de jovencito, en la piel del ingeniero demasiado volcado en su trabajo Burt, patriarca de la familia Fabelman –buen esposo y padre, pero un tanto aburrido–, y Michelle Williams, como la pianista de mente artística Mitzi, la matriarca. Estupenda la presentación de ambos personajes, pues para el primero el cine es una cuestión de “persistencia retiniana”, mientras que para ella es “arte y emoción”. Nunca ha estado tan bien Seth Rogen, casi siempre en papeles cómicos, como Bernie, el tercero en discordia. Entre los jóvenes destaca Gabriel LaBelle, como Sammy Fabelman en la época del instituto, aunque merece ser mencionado Mateo Zoryon Francis-DeFord, que en su primera experiencia en la pantalla le da vida de niño. No sólo tienen ambos un aire a un jovencísimo Spielberg, sino también chispa, al igual que las actrices que dan vida a Natalie y Reggie, hermanas del protagonista. Los más cinéfilos disfrutarán con la lograda caracterización de David Lynch en la piel de un mítico realizador cinematográfico. Y aunque algunos espectadores puedan acusar alguna caída de ritmo, y quizás se eche de menos un poco más de emotividad, teniendo en cuenta quién firma el film, los últimos minutos –en los que aparece el citado Lynch– quedarán para la antología de los momentos más logrados de Steven Spielberg a lo largo de su carrera. Y eso que ya tiene unos cuantos.

 

ROSARIO CLIMA

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