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EL impacto de la cosecha en el Gran Rosario
En 2024 ingresarán al Gran Rosario más del doble de camiones que el año anterior, según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario. Por varios motivos como la especulaiion cambiaria y financiera que esperan los productores del agro.
A las dificultades que tienen los pobladores de la zona para poder ir a trabajar o a estudiar por la congestión y el mail estado de las rutas y caminos; ni hablar de las calles, que antes uno podia especular con solo la periferia de las grandes urves; hoy el problema de las calles se da en la periferia y tambien en los centros de las urves de todas las zonas.
Se suman la polución del aire y la contaminación sonora y visual, aspectos muy poco estudiados.
El transporte es el segundo subsector más contaminante a nivel país, según el inventario de emisiones de Gases de Efecto Invernadero de 2021 (último dato disponible). Especialistas advierten que faltan datos y una estrategia para reducir el impacto socioambiental.
El final del verano es una pesadilla para los habitantes de las localidades portuarias del Gran Rosario, en el sur de la provincia de Santa Fe, que durante semanas viven asediados por un flujo de camiones graneleros que llevan a las terminales construidas a la vera del río Paraná la cosecha gruesa (es decir, maíz y soja) de gran parte de las provincias agrícolas argentinas. La incesante circulación de esos vehículos de gran porte puede alcanzar las 20 mil unidades por día, según estimó Carlos Torres, a cargo de la Agencia Provincial de Seguridad Vial (APSV).
La región concentra 20 puertos agroexportadores de donde salen aproximadamente el 80% de las ventas externas del sector agropecuario nacional. El polo portuario puede recibir una carga de mercadería total de hasta 540 mil toneladas diarias (cada camión carga unas 28 toneladas en promedio), de acuerdo con la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Los camiones -que llegan desde el NEA, parte del NOA y Paraguay por la ruta nacional 11; desde el sur por la ruta nacional 33 y desde el noroeste por la ruta nacional 34- colapsan la frágil infraestructura vial de la región y alteran el día a día de decenas de miles de habitantes de localidades portuarias -como San Lorenzo, Puerto General San Martín o Timbúes-, así como de otras comunas que son atravesadas por rutas cerealeras como Villa La Rivera.
Además de las dificultades para poder ir a trabajar o a estudiar por la congestión de las rutas y caminos, los pobladores de la zona respiran aire contaminado y padecen durante semanas una altísima contaminación sonora y visual, aspectos muy poco estudiados. “Vivir acá en esta época del año es insalubre, pero parece que a nadie le importa. Respiramos humo y polvo; hay ruido, a veces ni siquiera podemos cruzar la ruta por la fila de camiones”, explica Tania Britos, que vive en Timbúes pero trabaja en un pequeño bar en La Rivera, justo al lado de la ruta 91, a través de la cual el tránsito pesado llega hasta la ruta nacional 11, el acceso a varios de los grandes puertos.
La gran mayoría de las exportaciones agroindustriales argentinas son embarcadas en los puertos del Up River o Gran Rosario, desde donde salen 3 de cada 4 toneladas exportadas. Hasta allí llegan los granos y cereales del país y de países vecinos como Paraguay en camión, ferrocarril y barcazas.
Este año se estima que habrá un gran movimiento, ya que el final de la sequía significa una mejor cosecha gruesa, lo que a su vez se traduce en un mayor ingreso de camiones. Según la BCR, en 2024 ingresarán al Gran Rosario más del doble de camiones que el año anterior. “De la mano de una fuerte recuperación productiva en la Región Centro del país, el Gran Rosario recibiría más de 2.100.000 camiones en el año, frente al apenas algo más del millón recibidos en 2023”, indica el informe.
El impacto ambiental y social del transporte de granos, la otra cara de la cosecha en los puertos del Gran RosarioCrédito: Celina Mutti Lovera
Y agrega: “Los puertos del Gran Rosario, por su ubicación estratégica, son las vías naturales de salida de las exportaciones de la Región Centro, así como también de las exportaciones de la Región Norte. Además, dado que en esta zona es donde se ubican la gran mayoría de las plantas de industrialización de oleaginosas que posee el país, cerca del 90% de la soja que se procesa lo hace en la zona”.
Durante las semanas del pico de salida de “la gruesa”, la polución del aire junto con la contaminación visual y sonora son una constante para los habitantes de la zona portuaria del Gran Rosario. El transporte es el segundo subsector más contaminante a nivel país según el inventario de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de 2021 (último dato disponible), con un 13,9% del total de los GEI, después de la ganadería (22%).
“Esto se ve como un problema vial, cuando en realidad es un problema socioambiental. Nadie se detiene a pensar en las emisiones que generan los caños de escape, el polvillo que los camiones levantan en rutas o calles que muchas veces son de ripio y el ruido constante que generan”, explicó a este medio Damián Verzeñassi, médico y responsable del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Y agregó: “Son las externalidades del modelo agroindustrial que nadie cuestiona, ni parece ver”.
La contaminación del aire es un enorme problema de salud pública a nivel global: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este problema genera 7 millones de muertes prematuras y provoca la pérdida de otros tantos más millones de años de vida saludable. En los adultos, la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares son las causas más comunes de muerte prematura atribuible a la contaminación del aire exterior. “La contaminación del aire es una de las mayores amenazas ambientales para la salud humana, junto con el cambio climático”, estableció ese organismo.
Los camiones emiten monóxido de carbono, hacen ruido y congestionan el paisaje cotidiano. Sin embargo, existe poca o nula información sistematizada sobre esto en la zona de las terminales portuarias. “Las emisiones del transporte están entre los principales contaminantes en zonas urbanas y productivas como esta. Pero acá está naturalizado y ni siquiera se toma como un tema ambiental. Falta estudio e información, porque ni siquiera se registra que hay afectación de la salud”, señala Verzeñassi.
Por su parte, Adriana Ilpiña, investigadora de Conicet en el Instituto de Física Rosario y directora del Grupo de Calidad del Aire y Mediciones Satelitales de la Plataforma de Estudios Ambientales de la UNR, señaló: “Se sabe muy poco porque la realidad es que ni siquiera existe la consideración sobre esto como un problema”.
Aunque su equipo no ha realizado trabajos específicamente sobre esta problemática, la especialista aseguró que existen estudios en otras ciudades sobre el impacto de estas partículas o material volátil que despiden los camiones a su paso. “El impacto más directo ocurre donde está el tránsito, es casi intuitivo eso, las más afectadas van a ser las comunidades cercanas y la gente que vive o trabaja en los lugares de descarga. Eso es seguro”, razonó la investigadora.
En 2022, el Observatorio Ambiental de la UNR hizo relevamientos de calidad del aire durante un mes (entre abril y mayo) en 7 localidades del norte del Gran Rosario, cuyos resultados fueron volcados en un informe. Sobre un total de 37 muestras analizadas, 10 mostraron valores por encima de las normativas de calidad del aire de la ciudad de Rosario. “En esta primera prueba piloto de medición de material particulado sedimentable vemos que en 10 casos se superaron los valores de la normativa rosarina”, dice el documento, que agrega que hace falta “mayor tiempo de medición” para tener resultados concluyentes.
En 2021, vecinos de Villa La Rivera presentaron un pedido a la Defensoría del Pueblo santafesina por los problemas ocasionados por la afluencia de transporte de carga de cereales. A fines de ese año, la Defensoría se expidió y solicitó a los legisladores provinciales la realización de obras para minimizar el impacto del flujo de camiones sobre la vida cotidiana de quienes habitan en las localidades aledañas a los grandes puertos.
Pero nada cambió demasiado en este tiempo: las obras demandadas por la Defensoría no se realizaron y los pobladores siguen expuestos a la marea de camiones graneleros. “Muchas veces ni podés salir de tu casa o ir a trabajar porque las rutas están bloqueadas. Es una locura por donde se lo mire, desde lo vial hasta lo ambiental”, sostuvo Marcelo Muiños, oriundo de la zona e integrante del Taller Ecologista, una organización socioambiental con base en Rosario.
A la contaminación se suma la pérdida de carga de cereales que cae desde los acoplados de los camiones (hay un informe del INTA que dice que se pierde hasta el 1% de la cosecha anual) y queda a la vera de los caminos. “Esos granos generan olor, atraen a las ratas y a otros animales y se vuelven un foco de infecciones”, aseguró el ambientalista. Al mismo tiempo, destacó que -si llueve- todo eso termina en el cauce del río Carcarañá. “Todos se quejan del tránsito y nadie ha estudiado de cerca lo ambiental”, agregó Muiños.
Carlos del Frade es diputado provincial por Patria Grande (izquierda), integra la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Legislatura santafesina y acompañó en 2021 el reclamo de los vecinos y de la Defensoría. “El impacto de los camiones es evidente: se ve en el deterioro de las rutas y en los reclamos, que llevan años”. Y agregó: “No hay estudios de costos e impactos ambientales sobre lo que genera este negocio. No hay decisión política, porque hablamos del lado B del principal sector económico de la Argentina”.
Las semanas de salida de “la gruesa” tampoco son fáciles para quienes conducen los camiones. “Nosotros, en la jerga, le decimos que quedamos ‘clavados’ cuando tenemos que esperar que nos habiliten las descargas. A veces es rápido, pero pueden pasar días así” cuenta Walter Gamarra, camionero oriundo de San Guillermo, una ciudad del noroeste santafesino. A las complicaciones para bañarse o comer se le suman rutas “en muy mal estado” y mucha inseguridad. “Cuando estás parado tenés que cuidarte que no te roben la carga o que no te roben a vos”, agregó.
¿Qué dicen desde el gobierno de Santa Fe?
Los especialistas coinciden en señalar que mejorar la vida diaria de decenas de miles de personas que quedan expuestas a los camiones requiere obras viales y estrategias estatales que ayuden a minimizar el impacto socioambiental del tránsito pesado.
Hasta ahora, el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de Santa Fe ha quedado afuera de la discusión y ni siquiera fue convocado a las reuniones para organizar los operativos viales durante la cosecha gruesa, ni tampoco están trabajando de forma específica sobre eso, según informaron a Chequeado desde esa cartera, que lidera Enrique Estévez (Partido Socialista).
A nivel vial, este año la provincia -gobernada por Maximiliano Pullaro (Juntos por el Cambio)- lanzó un “Operativo Cosecha”, con el que busca reducir los problemas de tránsito. Así lo explicó Carlos Torres, de la Agencia de Vialidad de Santa Fe: “Queremos que el tránsito sea fluido para que no obstaculice la vida diaria de la gente; sabemos que tienen que caminar o agarrar una bici o moto porque no se puede circular. Hay chicos que han tenido que cruzar a pie una autopista para ir a la escuela”.
En relación a las dificultades de vivir durante semanas o meses rodeados de decenas de miles de camiones, el funcionario dijo que los camiones “son una bendición, pero también un desafío”.
Los especialistas Verzeñassi e Ilpiña coincidieron en señalar que, para establecer alguna estrategia de reducción del impacto socioambiental, lo primero que hace falta es estudiar el problema y generar datos.
“Hacer relevamientos es una asignatura pendiente. Debemos dar esos primeros pasos para investigar, principalmente para saber cómo actuar y así poder minimizar el impacto sobre las comunidades”, dijo Ilpiña, para quien Argentina está “muy rezagada” en estudios sobre la calidad del aire, incluso respecto a otros países de la región.
Por su parte, Verzeñassi agregó: “Que no haya información a pesar de que viven decenas de miles de personas y de que es algo que pasa todos los años, es todo un dato. Parece que lo que no se registra, no existe”.